Tiresias, célebre por sus profecías, pronosticó que Narciso alcanzaría la edad adulta si jamás llegaba a conocerse. Así, al contemplarse en la laguna, castigado por Némesis, Narciso terminará consumido ante su reflejo: es su egolatría la que lo condena. Tras su muerte, en el ribazo en el que antes se encontraba su cuerpo, surge una flor dorada que será llamada con su nombre. Esta flor, el narciso, simboliza hoy el amor propio, conocido como narcisismo. Cuenta Ovidio que, al ver temblar su imagen en el fondo del río, Narciso gritó: «ay, joven, amado en vano». De esta manera, el último temor de Narciso es haberse amado para nada o, quizá, por nada. En las páginas que siguen no hay narciso alguno, sino su sombra, su aroma o la putrefacción de sus pétalos. Todo cuanto puede mostrarse sin que uno, al mostrarlo, llegue a conocerse a sí mismo, perdiéndose.
Julio Mármol (1995) nació en Sevilla, y actualmente cursa Periodismo en la universidad de la ciudad. Antes, hizo Humanidades en la UPO. A lo largo de su vida, ha escrito poemas y cuentos.
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