viernes, 5 de octubre de 2012

Exposición en La Casa del Inca

 
 

Ahí hay un hombre que dice ¡ay!


Ahí hay un hombre que dice ¡ay! Trata de una metáfora viva, pero también visiva ─traída de la mano del flamenco, una de las pocas artes de tradición oral que nos van quedando y, solo después, de las artes visuales atentas a su vecindad─, porque alude, esta construcción de frase, este fraseo, al continuo fluir del grito hacedero, y, sobre todo, nos remite a ese venero sonoro, fuente de donde mana y corre todo ayeo, toda poesía sin poeta, toda poesía no del todo silenciosa. Ayeo es palabra que nombra, en su declinar primero, al grito, la queja; aunque no deba olvidarse, desde este mismo momento, que la primera condición para la queja es el dolor. Es esto, de veras, a lo que parece apuntar, Ahí hay un hombre que dice ¡ay!, a la copla misma, a un cierto cantar en actitud, pero sin más al flamenco ─al cante, al baile, al toque─, que tiene el secreto de sus ritmos, que rehúsa la pauta y la norma, que lo hay desde hace siglos y que, sin embargo, aún no está hecho y empieza a ser de nuevo siempre que alguien lo entona.

Los artistas aquí reunidos, en Montilla, Casa del Inca, vienen cultivando, con sobriedad, que es sabor y saber hacer, junto a lo intempestivo del juego visual frente a las gestualidades, su hallazgo más logrado; la obra del ritmo, llamada a la alternancia y a la discontinuidad, probablemente una de las razones que agitan el arte de nuestro tiempo. Sucede que, para este ir haciendo desde perceptivas diversas, para este quehacer multidisciplinar, singularidad multiplicable y multiplicada, donde se mezclan procedimientos e interpretaciones distintas, todo expresivismo visual conduce a la abstracción del asunto; porque ver, que es oír de otra manera, es el modo en que los ojos actúan sobre la noción de lo flamenco y la mano lleva al libre juego de sus desatinos. La resiliencia y la refractariedad de los artistas convocados, en esta ocasión, persisten en mostrar la ruptura de la tradición, aunque ello se haga desde la tradición de la ruptura, eso que otros llaman tradición moderna, esa que ha venido haciendo de las poéticas visuales, en relación a las artes flamencas, su propio dominio, y en la que cada artista ha de lograr el gusto que lo aprueba.

Esta muestra reúne, doblemente, este cumplimiento: de un lado, obra de varia intención, en soportes distintos, marcada por un expresivismo visual, en el que sorprende la indagación, frente a los diferentes modos de ver; y, de otro, modos de resolver, en los que la visión de lo flamenco, parece irse deslizando, entre el azar y la curiosidad desmandada, pero con una pulcritud, de línea y de concepto, próxima por actual. Cabe señalar, también, el distinto acercamiento que estos artistas hacen a la producción reciente de las artes visuales. 


Francisco Lira

Septiembre de 2012


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